Un pescador en un muelle, esperando sin tiempo a que el pez pique el anzuelo.
Esta imagen es la que motivó la escritura del libro.
Un hombre con su caña, a la vera de un río, o en un muelle… una imagen que en estos tiempos donde todo es automatizado, mecanizado, industrializado, genera un gran contraste, como un paréntesis de otro tiempo, de otro tiempo que tenía otros tiempos… otro vínculo con la naturaleza… es más… una naturaleza distinta, que en algunos casos, ya esta extinta…
El pescador impasible, que más allá del progreso que ocurre a su alrededor sigue abstraídamente con su caña, en su muelle, esperando a que pique… Aunque ese río ahora esté contaminado, o casi seco; aunque ahora pueda comprarse pescado congelado en el supermercado, o exista comida “sintética”… El, sigue esperando, sin perder las esperanzas a que un pez muerda el anzuelo, pero también, sin percibir o querer aceptar, que los tiempos han cambiado, que el agua ahora es turbia, sin vida…
Sobre lo que este personaje representa y su vínculo con la modernidad, encarnado por un joven pescador, es que habla la obra.
El vínculo (o la falta de él) entre las generaciones, entre tradición y desarrollo, lo viejo y lo nuevo.
El progreso que avanza desmedidamente como en una carrera sin fin, sin medir las consecuencias, olvidando lo que queda atrás; lo histórico ancestral, enraizado en tradiciones y costumbres, pero desconectado de los cambios en el mundo, esforzándose en sostener casi testarudamente una realidad que ya no es, sin poder adaptarse al cambio que nunca se cesa...
La obra expone estos “dos mundos” y propone una convivencia, un posible encuentro entre tradición y modernidad, valores humanos y desarrollo tecnológico, progreso y naturaleza, poder ser habitantes del mundo en que vivimos y no solo administradores de sus recursos naturales.
Destinada al público de todas las edades, a la familia, como un lugar que pueda generar encuentro, dentro y fuera de la sala, el debate, la charla entre padres e hijos.
El teatro como un espacio generador de inquietudes, de abrir preguntas, un espacio de reflexión. Pero no partiendo del razonamiento, sino a través de sus recursos narrativos, expresivos y poéticos, de las vivencias que la obra genera, de las emociones que nos transmite, de la vida misma de sus personajes, pudiendo identificarnos con sus experiencias, que aunque distintas a las del público general, reflejan inquietudes universales.
Un teatro responsable de su rol comunicador, del mensaje que quiere compartir, del brindar un punto de vista sobre el mundo en que vivimos y que invite al público no solamente a pasar un momento de diversión, sino, a reflexionar.


La obra está contada basándose en los personajes que la atraviesan.
Son la composición de los mismos, sus conductas, acciones y pensamientos, los que hacen avanzar la historia, contando en cada momento algo del mundo en el que viven, que es reflejo poético de nuestro propio mundo.
El humor, la ironía, el híper-realismo o realismo poético, un universo de objetos recreados y la música que cuenta, y crea otra dimensión que apoya acciones y climas, son herramientas expresivas y narrativas que construyen la puesta en escena.
Podría decirse que es una fusión de géneros, como el teatro, por la concepción de un libro y el desarrollo de una historia; el clown, por la libertad expresiva y composición “juguetona” de los personajes; y el musical, con melodías que completan y elevan la narrativa a otro plano.