Es la historia del encuentro de dos pescadores.
Pascual, un viejo pescador que desde tiempo incalculable, sentado con su caña y su viejo equipo de pesca, a la orilla de un río “casi” seco, está sentado en un muelle deteriorado, erosionado por el tiempo, esperando a que pique…
Acompañado solo por un viejo equipo de sonido, mezcla de radio a transistores y máquina del tiempo, que con su gran antena, capta sonidos del pasado, en los que el caudaloso río corría sin cesar, pero que ahora está quieto y silencioso, espeso, lodoso y… vacío. Es como si trajera sonidos de un pasado ya olvidado por el mismo mundo… Pues el tiempo está detenido para este pescador.

Pedro, un joven pescador, vive en un pueblo cercano, pasando una curva del camino, después de lo que antes era un bosque, más allá de la represa que está río arriba (y dejó sin agua a esta parte del río) la cual le provee energía a los negocios, industrias, y a sus casas; pero no solo electricidad, sino agua potable, y también para llenar las piletas de natación con agua climatizada (que se calienta con la energía que la central eléctrica provee…)
Equipado con artefactos de pesca de última generación, todos productos que compró en la tienda de deportes del pueblo, recorre un viejo camino poco transitado y es cuando al pasar cerca del “muelle abandonado” se encuentra con un viejo pescador.
Para su gran sorpresa descubre que se trata de Pascual, quien se ha convertido en leyenda para la gente del pueblo, del que todos cuentan historias, pero nunca nadie vio. 
Este encuentro casual entre los dos pescadores, el viejo y el joven, los dos mundos, y el vínculo que comenzará a crearse entre ellos es el instrumento narrativo que se utiliza para abordar la historia.
Pedro queda asombrado al descubrir la existencia de Pascual, del cual ha escuchado infinidad de historias, contadas por sus padres y abuelos, pero que siempre creyó eran una fábula, solo cuentos…
Pascual, por primera vez en vaya uno a saber cuánto tiempo, vuelve a conversar con alguien, y a enterarse lo que ha ocurrido más allá del viejo muelle. Una represa, un pueblo cercano, industrias que fabrican todo tipo de cosas a partir de la pesca, creando productos con escamas, ojos de pez, aletas… pero nunca utilizándolos para preparar comidas…

“nunca para comerlos… sería un desperdicio,
pudiendo hacer tantas cosas con ellos!”, le dirá Pedro…

Pascual ya no sabe desde hace cuanto que está esperando a pescar algo… Por más que se niega a admitirlo, por más que diga:

“he sacado peces así de grandes, luchado contra fuertes corrientes y remolinos,
pero nunca ha faltado un pez que pique”…

 …la verdad es que del río no ha sacado nada en mucho tiempo, solo algunos desperdicios o desechos, pues ya solo queda una pequeña corriente, que no le llega más que a las rodillas, de agua turbia y aceitosa, que deja ver como del fondo asoma algún televisor medio hundido, un reloj cucú…
Por el contrario, Pedro va y viene sin cesar, yendo y viniendo del pueblo vecino, con su moderno equipo de pesca, con GPS, visor anfibio y su vestimenta súper deportiva confeccionada con escamas de diversas variedades de peces; siempre llevando su abundante pesca diaria de decenas de peces, que pesca desde su lancha del otro lado de la represa, con el objetivo de ganar el concurso y salir en la tapa de la revista semanal.

Dos mundos desencontrados.
Dos pescadores de tiempos distintos.
Un muelle, la pesca y un encuentro.
La amistad entre ellos picó el anzuelo.